Universidad Católica Boliviana "San Pablo"

CAPITULO III HISTORIA DE LA INDEPENDENCIA ANTiiM.i iM-i iiF. SUCRE, GRAN MARISCAL HE AYACUCHO. E todas las colonias de la América del Sur, s(')lo en el Alto Perú el grito de í^uerra pur la libertad fué desde el princi- ])io hasta el fin una atrevida é inequívoca declaración de in- dependencia. En todos los otros países suramericanos, la lealtad al Rey Fernando, (¡ue habia sido destronado por los Bonapartes, fué el pretexto para resistir á la autoridad de los virreyes. Aun cuando los mismos jefes de la revolución favorecían la emancipaciém, se vieron obligados á disfrazar su propé)sito, por- que las masas eran todavía muy apáticas ó muy temerosas de considerar el poder de España de otro modo que como inevitable ó eterno. Xo ])odían ser llevadas á luchar, tan repentinamente, por la libertad absoluta. Que sus compatriotas no compren- diesen la inspiración de su nol)le propósito, fué la desesperacicSn del venezolano Miranda; y en Buenos Aires, Chile y Quito la declaración, al principio, de lealtad á la Corona de España, y no una demanda de indepen- dencia, fué la que produjo el derrocamiento de los virreyes y el establecimiento de las Juntas patrióticas de Gobierno. El Alto Perú sufrió más, probablemente, por la injusticia y la opresión, que ninguna otra colonia de España. Aunque sus minas habían dado fabulosas riquezas al Tesoro Real, fué la menos favorecida de las provincias españolas, la más descuidada, y su gente la más bárbaramente tratada. El cruel sistema de la ((mita» habia despoblado de tal modo la raza india, que los pocos que quedaban fueron obligados á hacer más de lo que las fuerzas hu- manas ¡Hidían resistir, con el fin de compensar la escasez de trabajadores. Lo mismo que al resto de las colonias, fué prohibido al Alto Peni que cultivase nada que fuera cosechado en la Madre Patria : el comercio con los países extranjeros estaba vedado : sólo los españoles ó sus hijos podían desempeñar empleos públicos ; las mercancías eran vendidas á los indios por los Corregidores, quienes los mantenían siempre adeudados; la instrucciíSn era poco menos 51

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